Última oportunidad
Hace falta un pacto de centro, que ademas aborde los grandes problemas de este país y de Europa.
Una de las principales causas del naufragio de la Segunda República fue el hundimiento de las opciones de centro y la pujanza de las formaciones políticas más radicales, extremas y violentas. En las elecciones de 1933 el Partido Republicano Radical de Lerroux llegó a alcanzar 138 diputados, con casi el 30 por ciento de los votos. En el 36 se integró en el Frente Popular, perdiendo las opciones de hacer de contrapeso frente a los extremos, cuando los acontecimientos se precipitaron y la violencia fue ley.
Besteiro había perdido todo su peso en el Partido Socialista en favor de Largo Caballero que pretendía una revolución similar a la de Lenin en la Rusia de 1917. En el ámbito internacional, el comunismo de la Tercera Internacional, impulsada por Moscú, promovía movimientos revolucionarios a lo largo y ancho del mundo, mientras el nazismo y el fascismo surgían con fuerza en Alemania e Italia. Era el periodo de entreguerras. Un ciclo histórico que se inició con la crisis de los viejos Imperios y desembocó, después de millones de muertos, en la moderna era del desarrollismo económico de la segunda mitad del siglo XX.
Hasta llegar a 1945 el mundo tuvo que padecer la crisis de 1929, asistir al enfrentamiento entre fascismo y comunismo, padecer dos guerras mundiales, la de 1914 al 18 y la segunda entre 1939 al 45, y asumir el cambio de liderazgo económico y geoestratégico que pasó de Europa a Estados Unidos.
Sirva esta introducción para recordarnos la necesidad de aprender las lecciones de la Historia.
Hoy vivimos una crisis del sistema de crecimiento económico, la puesta en cuestión de Estados Unidos como la primera potencia mundial cuyo liderazgo amenaza China; el final de un ciclo de deuda de largo plazo y el cambio de un modelo de desarrollo industrial por otro tecnológico basado en la Inteligencia Artificial. En definitiva, un cambio de paradigmas, un gran salto revolucionario que va a trasformar los cimientos políticos, económicos y sociales del mundo.
En este contexto de incertidumbres surgen los viejos fantasmas del enfrentamiento y la polarización. El triunfo de Trump en las presidenciales de Estados Unidos supone el inicio de un nuevo ciclo político, cuyos perfiles e influencia mundial no van a tardar en ponerse de manifiesto. Europa y, por lo tanto, España están en una muy difícil situación: con una crisis demográfica y habiendo quedado retrasada en la revolución tecnológica se enfrenta a un futuro de decadencia. Un escenario propicio para que resuciten los viejos demonios del enfrentamiento y la radicalización. El posible abandono de Europa por parte de la nueva Administración americana y las ansias expansionistas de Putin nos colocan en la peor situación geoestratégica en el peor momento.
¿Y en España?
Salvando las distancias, nuestro país reproduce con pocas diferencias, el mapa político polarizado de las dos Españas, que tan funestos resultados produjo durante la Segunda República. No se ha producido el nivel de violencia de los años 30 del pasado siglo, pero el panorama es que el Partido Socialista ha abandonado posiciones centristas, como hizo entonces, y el PP se encuentra abocado a aliarse con Vox si quiere ser alternativa de Gobierno. La dinámica apunta a un escenario de polarización. Los movimientos de centrifugación política empiezan con una velocidad moderada y se aceleran progresivamente en función de acontecimientos no esperados.
Un panorama que no es ni mucho menos el mejor para afrontar los tremendos retos que nos plantea el futuro.
Por ello se hace más necesario que nunca llamar a una confluencia en el centro de los grandes partidos. Se que tal y como están las cosas defender esto es golpear en hierro frio o predicar en el desierto. Pero la política de altura consiste en hacer posible lo necesario. Digo las de altura de miras.
Estamos ante la última oportunidad.
Para ello es imperativo que las pocas voces críticas del socialismo enarbolen sin complejos la bandera del entendimiento con el Partido Popular en un gran pacto de Estado. Si sus posiciones son derrotadas deberían optar por construir una alternativa fuera del PSOE para concurrir a las elecciones y abrir las puertas a una coalición que no incluya ni a Pedro Sánchez ni a Vox. Es la última oportunidad.
Por su parte, el PP debe remarcar su distancia con el partido de Abascal que se ha situado, a nivel internacional al lado de quienes se proponen abandonar la alianza con Europa o ponen en cuestión los principios de la Unión. Vox representa el frentismo, la exaltación emocional e impide un acuerdo en el espacio de la racionalidad. Tal como dijo el socialista crítico con la línea de su partido, Javier Lamban, un pacto del PP con Vox no será capaz de hacer frente a los retos de este país.
Pero tampoco funcionaría “un pacto en el centro” si no aborda los principales problemas de este país y de Europa: el colapso demográfico, la crisis migratoria, el retraso tecnológico o la ausencia de una política de rigurosidad en el gasto público. Es la falta de soluciones a estos problemas, por parte de la coalición europea de conservadores y socialistas, la que ha provocado la radicalización de buena parte de la ciudadanía que cada vez más busca liderazgos fuertes con propuestas radicales.
La ventana de oportunidad para un pacto en el centro se va cerrando cada día que pasa. Solo posicionamientos valientes permitirán conservar un rayo de esperanza.
Imagen de Jack Anstey vía Unsplash.