Siete elecciones después, Bulgaria sigue bloqueada
A pesar de su enorme potencial, de su riqueza cultural y de la pujanza de su juventud, Bulgaria sigue ensimismada por un sistema político incapaz de priorizar las necesidades de este hermoso país.
En la jornada de ayer tuvieron lugar las séptimas elecciones generales en Bulgaria en los últimos cuatro años. La escasa participación, de un 38% del electorado, es fiel reflejo del hartazgo y escepticismo de una población profundamente desencantada con el sistema. En la mañana de hoy se han empezado a conocer los resultados una vez escrutados los votos de las grandes ciudades (principalmente Sofía y Plovdiv). Estos no arrojan grandes novedades en comparación con convocatorias anteriores: la formación de un gobierno estable sigue pareciendo una quimera.
La coalición de centro-derecha GERB-SDS, liderada por el ex-primer ministro Boyko Borisov, fue una vez más la más votada, con un 25.55% de los sufragios al 99.71% del conteo. En segundo lugar, y a considerable distancia, resiste el PP-DB de otro reciente primer ministro, el liberal pro-occidental Kiril Petkov, con un 13.84% del voto. La principal novedad es la irrupción de la extrema derecha pro-rusa y ultranacionalista de Kostadin Kostadinov, con un 12.97%. Otros partidos minoritarios entrarán en el parlamento de Sofía: entre ellos, destaca el del oligarca Delyan Peevski, sancionado por corrupción por Reino Unido y Estados Unidos. El Partido Socialista de Bulgaria de Atanas Zafirov será la principal fuerza de izquierda nostálgica en el congreso, con un 7%. Completarán el arco otros partidos de corte populista junto a varios representantes de la minoría otomana del país, cuyo voto étnico-identitario se mantiene estable.
Así las cosas, y desde una perspectiva occidental, podría parecer evidente que la única salida posible sería una “gran coalición” entre las fuerzas pro-europeas de Borisov y Petkov, alineadas en Europa con el Partido Popular Europeo y con Renew – Liberal Demócratas respectivamente. Sin embargo, la realidad sobre el terreno hace casi imposible un entendimiento entre dos fuerzas antagónicas que, para mayor dificultad, deberían contar además con al menos un tercer partido para alcanzar una mayoría estable. La historia reciente del país imposibilita cualquier tipo de entendimiento entre estos partidos y los nacionalistas promovidos por el Kremlin, así como con la izquierda tradicional post-soviética.
El antagonismo entre Borisov y Petkov viene de lejos y se presenta como un obstáculo insalvable. La carrera política del veterano Borisov comenzó en el Partido Comunista de Bulgaria, antes de la caída de un régimen soviético que mantuvo activos los gulag en el país hasta finales de los años 80. Tras el final del régimen, formó una empresa de seguridad privada y se convirtió en guardaespaldas personal del último dictador soviético Todor Zhivkov. Se reinventó como líder del centro derecha y alcanzó primero la alcaldía de Sofía y después la presidencia del gobierno búlgaro entre 2009 y 2021. Derrocado en 2021 por las protestas populares contra la corrupción sistémica que fermentó durante su mandato, Borisov fue sustituido por el liberal Kiril Petkov, que gobernó durante dos años con una frenética agenda reformista, anti-corrupción y pro-occidental, y trató de aflorar las prácticas mafiosas de la anterior administración.
Petkov sólo logró parte de sus objetivos antes de ser destituido por el transfuguismo de varios de sus precarios socios de coalición y también por culpa de un poder judicial cuya independencia es cuestionable. Con motivo de la invasión de Ucrania por Rusia en 2022, el gobierno de Petkov surtió de armas y ayuda militar a las fuerzas de Zelensky de forma secreta, como él mismo reconocería una vez abandonado su cargo. Esta ayuda, que fue inmediata y anterior a la reacción de la Unión Europea y de Estados Unidos, fue crucial para la supervivencia del régimen de Kiev en las primeras semanas de la invasión.
Petkov, cuyos detractores le afeaban su educación universitaria en Harvard y en Canadá, trató de desmontar el entramado de mafias, muchas veces patrocinadas por Rusia, que siguen sustentando los mecanismos de poder en el país. Bulgaria sigue siendo el más pobre de los 27 países de la UE en cuanto a salarios y PIB per cápita, y sigue sufriendo de un estancamiento demográfico endémico y de la fuga de cerebros y jóvenes a otros países de la UE, entre ellos España. Además, el bloqueo político y la falta de avances y reformas de los últimos años están suponiendo para el país una gravosa pérdida de oportunidades, con la congelación de los fondos europeos New Generation y con el aplazamiento sine die de su adhesión tanto al Euro como a la zona Schengen.
La irrupción de la ultraderecha patrocinada por Putin, aunque menor de lo esperado por su potente aparato de propaganda, dificulta todavía más la formación de algún tipo de mayoría viable. Las fuerzas parlamentarias moderadas desconfían unas de otras de manera casi patológica, tras varios intentos fallidos de repartirse el poder, instaurando incluso un régimen turnista. Subidos a la popularidad de su propuesta contra la “propaganda LGTBI”, los pro-rusos de Revival esperan beneficiarse del descenso de participación y del hastío ante posibles nuevas convocatorias que no pueden ser, ni mucho menos, descartadas. A pesar de su enorme potencial, de su riqueza cultural y de la pujanza de su juventud, Bulgaria sigue ensimismada por un sistema político incapaz de priorizar las necesidades de este hermoso país.
Carlos Conde Solares fue International Fellow del Centro de Estudios Avanzados (CAS) de Sofía
Vota el 38 % del censo; el partido mayoritario no llega ni al 30% del voto emitido; y luego una dispersión del voto por ambos extremos: eso es un no a la democracia.
Habría que arbitrar medidas ya contra esa deslegitimación brutal que el sistema democrático, aceptando que resultados como ése conformen la voluntad general, se infiere a sí mismo.