Més que un club, la decadencia de todo un país
En España ya no hay seguridad jurídica, ni igualdad ante la ley: para el FC Barcelona, una organización corrupta al servicio del nacionalismo catalán, no rige la ley.
Vaya por delante que es sólo fútbol. El Consejo Superior de Deportes, dependiente del Gobierno de España, ha otorgado la cautelar para la inscripción de los futbolistas Dani Olmo y Pau Víctor por el FC Barcelona. Lo ha hecho en contra del criterio de La Liga, que ya se había quedado sin ruedas de molino con las que comulgar —tantos, tan repetidos y tan escandalosos han sido los tratos de favor al Barcelona a lo largo de los últimos años en su (in)cumplimiento del fair play financiero. Lo ha hecho también contra el criterio de la RFEF, y contra el de dos jueces, dos, además de contra las normas establecidas, supervisadas y aprobadas por el propio CSD.
Así las cosas, las competiciones nacionales de fútbol se unen oficialmente (oficiosamente ya lo eran desde los albores del Caso Negreira) a los espacios supuestamente neutrales colonizados por el gobierno de Sánchez en su huida hacia delante de la mano del nacionalismo catalán. Porque el Barça, efectivamente, es mucho més que un club: es el ejército desarmado de la Cataluña nacionalista y, por lo tanto, el verdadero equipo del actual gobierno.
Pero es sólo fútbol, pan y circo. Y sin embargo, en España ya no hay seguridad jurídica, ni igualdad ante la ley. Para el FC Barcelona, una organización corrupta al servicio del nacionalismo catalán, no rige la ley. Rige, inapelable, para todos los demás, para los ciudadanos de segunda. Rige, ominosa, para las decenas de futbolistas que se quedaron sin jugar por incumplimientos mucho menores que éste del Barcelona, tan descarado como continuado. Rige, implacable, para los clubes que han tenido que vender jugadores y activos, para los que han descendido de categoría, y para los que han incluso desaparecido por la aplicación de las normas.
El razonamiento gubernamental es simplemente grotesco. Alega el perjuicio causado a la selección nacional (La Roja como coartada para desguazar la nación). Debe entonces considerarse que si los futbolistas no fueran internacionales absolutos (Pau Víctor, por cierto, no lo es y se beneficia igual) la norma se hubiera aplicado en su literalidad. ¿Igualdad ante la ley? Reza también el departamento liderado por el inefable Rodríguez Uribes que la Supercopa de España, torneo que estos días se disputa en Arabia Saudí por el negocio inconfesable de Luis Rubiales y Gerard Piqué, la juegan los cuatro mejores equipos a nivel nacional. O sea, que si esto hubiera sucedido a otro club, el CSD se habría abstenido. Se agradece al menos la sinceridad.
Lo pueden decir más alto, pero no más claro: sabemos que es trampa, pero amics, es el FC Barcelona. Y en España, en esta España, algunos tienen patente de corso. Es vergonzoso, es humillante, y mancilla una competición que queda irremediablemente adulterada. No sucedió nada tras dos décadas de pagos millonarios por parte del mismo FC Barcelona al vicepresidente del colectivo arbitral. Tampoco pasará nada por esto.
Pero esto ya no es culpa ni del CSD, ni del gobierno, ni del FC Barcelona. Es culpa de todos los demás clubes, incluído el Real Madrid, que aun siendo el principal perjudicado por el hecho de que el Barcelona haya convertido España en su cortijo, no es, ni mucho menos, el único agraviado. Los clubes, tantas veces descalabrados por unas normas que para el Barcelona son opcionales, deberían plantarse. Y sin, embargo, no lo harán.
Porque es sólo fútbol. Digo que no lo harán porque en España ya no va quedando ni rastro de orgullo y amor propio. Parecen orines, más digamos que llueve. Enfrentarse al FC Barcelona es enfrentarse al tinglado, al establishment, al status quo, al equilibrio asimétrico de las fuerzas que sustentan el estado autonómico. Tu club, sea cual sea, es una comparsa en el circo privado del més que un club. El fútbol español será un espectáculo, como el Wrestling americano, pero ya no es una competición limpia y verdadera. Disfrutemos, entre tanto, del engaño. Al fin y al cabo, es sólo fútbol.
España ha dejado de ser de manera definitiva un Estado de Derecho: ahora es un Estado del Hampa. ¡Felicitémonos por haber dado origen a tan inesperada como atrabiliaria categoría jurídica!