Esta legislatura malhadada empezó con un pacto de perdedores gracias al suicida sistema electoral español. Pese a ganar en minoría el PP, el trepa Sánchez decidió jugar sucio en contra de su ideario público (ver hemeroteca): pactó con comunistas de toda laya, separatistas a derecha e izquierda y filo terroristas. Saldó su dependencia con pactos y promesas para amarrar sus votos. Visto en perspectiva, Sánchez cedió lo que no es suyo, a costa de los españoles, y los socios vieron el cielo abierto a sus ambiciones imposibles por su exigua representatividad democrática.
En estos años hemos visto cumplirse el peor sueño de la razón: el abuso de poder, la degradación del Estado nacional en aras del progresismo, la corrupción sistemática, la mentira disfrazada de ideología supremacista jaleada por activistas a sueldo para tener controlado el gallinero clientelar. Los disidentes, esto es, la mayoría de los españoles, fachas a batir de ultraderecha. La izquierda y secesionistas otra vez en guerra contra España como en la cainita II República con pretensión de totalidad: los demás sobran, sometidos a la exclusión con virulencia: “muros”, “cordones sanitarios”...Entonces el sectarismo totalitario llevó a la guerra civil. ¡Qué pronto olvidamos el mal evitable!
A la mitad de la legislatura los golosos socios de Sánchez le han perdido el respeto. Saben que el naufragio se acerca y exigen lo indecible. Prueba de ello es que no se ponen de acuerdo para aprobar leyes. La Moncloa y su terminal del Congreso de Diputados son la cueva de Ali Baba, presididos por dos sectarios de libro. Todos viven del erario sin producir nada útil para el bien común a medio y largo plazo. Es clamoroso el abandono de lo fundamental que atañe a todos. Cito algunos: seguridad de fronteras contra la inmigración descontrolada, ampliación del potencial de la red eléctrica y ferroviaria, conservación de carreteras, obras de infraestructura para prevenir inundaciones, prevención durante otoño e invierno de incendios de 6ª generación que vendrán en verano, competitividad y competencia económicas, amenazadas por el intervencionismo neocomunista y el absentismo laboral, un 68% superior a la media de la UE, independencia judicial y medios para ser efectiva, libertad económica y unidad del mercado, libertad para hablar y ser atendidos en español en toda España, coartada por secesionistas y afines como el PSC y PSE... y como colofón exigencia de estándares democráticos básicos en la vida pública: convocar sin dilación elecciones libres, dimisiones por responsabilidades políticas. Nuestra cultura democrática es baja: nadie asume responsabilidad, dimite o es cesado. La red de poder clientelar es una masa con una ley interna ¡prietas las filas!: contra hechos e indicios criminales del poder, relato, masaje y propaganda. Los hechos criminales de mañana borrarán los anteriores. La vida sigue y el foco cambia, pero el proceso de degradación avanza, sólo hay que mirar con perspectiva.
Este gobierno no está para gobernar la Nación, no podría aunque quisiera por la contradicciones insalvables de sus socios, algunos de ellos enemigos declarados de España, eso le hace ilegítimo.
Sánchez es incapaz de aprobar los presupuestos por tercer año consecutivo. No le importa lo más mínimo pese a violar la Constitución: es preceptivo presentar y aprobar el presupuesto del Estado como condición de validez de un gobierno democrático. Está fuera del orden constituido los manejos dinerarios del ejecutivo sin control parlamentario. Sánchez lo reduce a un simple trámite: no va a quitarme el poder pese a lo que diga la Constitución, para eso tenemos a Pumpido. Más ahora que vienen curvas para la mujer y el hermano, su fiscal general, sus adláteres Ábalos y Cerdán, en chirona. Como nos recuerda la fábula de Samaniego: todos sus “humanos corazones perecen en las prisiones del vicio que les domina”. Veremos si realmente perecen como merecen porque han hecho del Estado su finca particular de abuso, incompetencia y latrocinio. Por eso necesitan huir hacia delante y seguir a toda costa al precio que sea.
En estas condiciones cuando haya elecciones generales sobresale la duda razonable sobre el fraude electoral habida cuenta de los antecedentes en 2019 y 2023, acreditados por la Guardia Civil con redes para captar votos por correo en varias provincias. Las elecciones se aderezarán con alguna crisis, escándalo con agitación de la calle extremando la polarización contra la derecha. Habrá que estar atentos al voto por correo, a las urnas selladas, al recuento electoral y las actas custodiadas.
Aunque no se diga Sánchez está en clave electoral. Tiene a Tezanos ocupado en dar moral de victoria con cocina de datos de encuestas, pero el desprestigio del CIS es clamoroso por eso ahora usa a Iván Redondo en la carrera de marketing para colocar a Sánchez en cabeza para agrupar el voto de izquierda y arañar votos a los secesionistas.
Estamos en un tiempo de descuento hasta el final de una legislatura, que no había de haber empezado, y no sabemos cómo ni cuándo acabará. El tiempo que resta hasta 2027 sólo puede ser de zozobra, con el patriarca al mando contra su otoño de poder y descomposición, su socia comunista imbuida de la lucha de clases, el golpista huido de la justicia, el secesionista vasco de historial terrorista. Esta banda totalitaria no soltará el poder por las buenas. Tienen casi al alcance de su mano la destrucción de la España constitucional con la división cantonal, ahora llamada plurinacional.
Este tiempo de descuento es un momento, más o menos largo, de oportunidades donde los aciertos y los errores van rápidos porque en la mente de muchos se miran desde el final, desde el desenlace. Se producirán hechos intencionados que funcionan como catapultas, como el penalti decisivo en un tiempo de descuento.