Decadencia socialdemócrata y ciclo de deuda (parte 1)
Un análisis de los factores que han llevado al desplome del SPD y de la socialdemocracia en Europa.
Por primera vez desde 1949, los electores alemanes han relegado al SPD, al Partido Socialdemócrata, a la tercera posición en número de escaños del Bundestag por detrás de los conservadores del CDU y de Alternativa por Alemania.
Las elecciones celebradas este domingo han supuesto un vuelco electoral en lo que hasta hace bien poco se consideraba la locomotora económica de Europa, hoy inmersa en una profunda crisis. Hay que recordar que en los comicios de 2021, el SPD fue el primer partido con más del 25 por ciento de los votos. Ayer obtuvo un modesto 16 por ciento.
Los partidos socialdemócratas han pasado de dirigir 11 gobiernos europeos de los 15 miembros de la Unión, en el año 2000; a solo 6 en la actual Europa de 27 miembros: Portugal y Malta, en mayoría y España, Dinamarca, Rumania y Eslovaquia, en coalición. No incluimos aquí a los Laboristas de Gran Bretaña, que abandonó la Unión Europea en 2020.
Este fiasco del SPD alemán pone de manifiesto la gran crisis que vive la socialdemocracia europea en un periodo histórico marcado por la polarización en lo político, el retroceso en lo económico, el fuerte endeudamiento de las finanzas públicas del conjunto del continente que Alemania contribuye a financiar a pesar de que sus cuentas públicas han sido hasta hace dos años rigurosas; y la pérdida de peso político del Viejo Continente en el panorama mundial. A esto hay que añadir una crisis demográfica, el problema migratorio, y el retraso en la carrera tecnológica frente a Estados Unidos y China.
Los electores europeos están dando la espalda a los partidos tradicionales al considerarlos responsables de esta situación.
Si tuviéramos que establecer una fecha de inicio del declive socialdemócrata alemán y. consiguientemente europeo, sería el año 2008 con la explosión de las crisis subprime, a la que los Gobiernos respondieron con endeudamiento masivo y los Bancos Centrales y con fuerte liquidez,por impresión de dinero. Hasta ese año la socialdemocracia alemana no había bajado del 33 por ciento de los votos en su peor resultado y desde entonces ha oscilado entre el 23 y el 25 por ciento. Este domingo quedo en el 16.
La raíz de la crisis socialdemócrata radica en la imposibilidad de responder a las demandas de un Estado de Bienestar diseñado para épocas de crecimiento económico y alta productividad.
Tal como explica el doctor en Ciencias Económicas José V. Sevilla, en “El declive de la socialdemocracia” dos factores resultaron imprescindibles para su florecimiento: “el fuerte crecimiento de la productividad y, en segundo lugar, la presencia de la URSS y el interés de Estados Unidos por vacunar a los países de la Europa Occidental” contra el comunismo.
La caída de los índices de productividad y el colapso del Muro de Berlín, en 1989, suprimieron estos dos factores de la ecuación geopolítica. La actual agresividad de la Rusia de Putin no hace sino demostrar el desinterés de Estados Unidos por Europa y la cada vez mayor insignificancia del Viejo Continente en el panorama geoestratégico mundial. Hoy a Trump le interesa más entenderse con Putin que proteger Europa. Como decía una comentarista, Europa no va sentarse en la mesa de negociación porque es el menú a compartir. A la guerra hibrida de Putin contra Europa agudizando sus debilidades y contradicciones internas se une ahora Trump para recoger su parte de la tarta.
Para entender la crisis socialdemocrata tendríamos que retrotraernos a los orígenes de los actuales partidos. A los años de entreguerras en los que se fraguó el enfrentamiento entre el comunismo ( y los partidos socialistas radicalizados en postulados revolucionarios ,véase como ejemplo el PSOE de Largo Caballero);y el fascismo.
En la Alemania de postguerra, la mejora de la calidad de vida y las derrotas electorales de 1953 y 1957 provocaron un amplio debate en las filas socialistas que concluyó con el Congreso de Bad Godesberg de 1959, con la renuncia al marxismo y la asunción de la economía de mercado.
Este cambio permitió que se fraguara lo que Ángel Valero llama “consenso de postguerra”, o lo que otros denominan, “políticas de acuerdo transideológico,” en el que la defensa del Estado de Bienestar fue compartido por socialdemócratas y conservadores. Como diría Jacques Delors, la construcción de la Europa de la postguerra “fue hija de los amores virtuosos de la democracia cristiana y la socialdemocracia.”
Este consenso quiebra tras el abandono en 1971 del Patrón Oro por Estados Unidos. El dólar queda libre de la atadura del oro, lo que permite a la Reserva Federal y al resto de Bancos Centrales imprimir dinero sin cortapisa. Pero lo que dinamita el consenso de postguerra es la consiguiente guerra del petróleo de 1973 que provoca una crisis inflacionista y recesión económica. Esto propicia la llegada de Margaret Thatcher, en 1979 al Gobierno de Gran Bretaña y de Ronald Reagan al de Estados Unidos en 1981. Ocho años más tarde, en 1989, se produce la caída del Muro de Berlín y el colapso de la Unión Soviética.
La hegemonía de la Nueva Derecha se extendió durante casi 20 años. Durante este periodo de gobiernos liberal-conservadores la socialdemocracia se renueva a través de lo que se denominó la “tercera vía”, cuyos principales exponentes fueron: Tony Blair en Gran Bretaña y Gerhard Schroeder en Alemania. La Tercera Vía “abrazó el centrismo intentando combinar políticas económicas liberales con el Estado de Bienestar. Ni el Partido Socialista Francés ni el Italiano simpatizaban con esta opción. Ambos son hoy prácticamente irrelevantes.
El nuevo modelo socialdemócrata no resiste la crisis de 2008 a partir de la cual van tomando fuerza los partidos populistas y la deriva de los socialistas hacia posiciones más radicales y emocionales, en busca de sus orígenes. Vuelven a insistir en la fanatización, en la alimentación del conflicto social, en la polarización, en la confrontación de identidades maniqueas.
Imagen derivada de foto de Alexander Grey vía Unsplash.
(CONTINUARÁ)